sábado, 8 de marzo de 2008

Olvido

[...]


No puedo entender las pocas palabras que hoy consigo escribir. Es como si mi cerebro hubiera desconectado mis emociones y las sintiera pero no pudiera trasmitirlas. Así que, encajadas siguen esperanzadas de poder alzar el vuelo y culminar estampadas en una hoja de papel para no ser nunca olvidadas, o tal vez si. Pues el olvido es parte de la vida y de la muerte. Es parte de nuestro pan de cada día.
Y mientras de fondo escucho esa tenue melodía que me acompaña entre violines y vientos, descubro que al fin he levantado la cabeza y dejado de estar enfadada con el mundo pues no soy yo la que tiene que estarlo, es el propio mundo el que se enfada conmigo. Quién lo diría, así se declara siempre el culpable, inocente. Sin embargo, doy fe de mi entera inocencia. Tal vez los ánimos caldeados y llenos de odio evitan que con la misma claridad con la que yo distingo mi candidez lo hagan los demás. Horas enteras han dado lugar a mi estirpe personal. A la dejadez de las cuestiones sencillas y ufanas revoloteando sin cesar en mi mente. Y sin venir a cuento me valoro por dentro, me valoro por fuera. No es fácil enfrentarse contra uno mismo, alzar las manos y ver nuestras propias verdades inicuas.
Tal como si fuera un flash, me vi sentada junto a un homologo de mis problemas. Él permanecía levantándome la vista mientras me sujetaba el mentón y las lágrimas corrían abiertamente por mi rostro amoratado. Cuando apenas las palabras tomaban forma fuera de mi garganta, él las dibujaba por mí. No olvidaré nunca como quitó el velo de mis ojos mostrándome en un espejo, abriéndome las puertas que habían sido vedadas a mi entendimiento. Entonces no comprendía lo que veía y ni tan siquiera sabía si me gustaba aquello que reflejaba. A fin de cuentas son momentos que se pierden que pasan al olvido, que son engullidos por la eternidad.
Ojala no se fuese, ojala siga siendo su niña de ojos lagrimosos que no entendía la culminación de la vida. Aquella caprichosa que fea por fuera se lo creía también de corazón. Por cuantos queremos, por cuantos amamos deberíamos poder elegir que su vida continúe que su cuerpo perdure. Pues aquí sentada ya he perdonado al mundo que gira y giro yo con él. Necesito una bocanada de aire y sin embargo hasta eso me negaría si con ello él respira. Quiero creer en la fuerza de mi esperanza, en la garra con la que mis lágrimas lo observan tumbado en su cama pero me venzo cuando nadie mira, me derrumbo en silencio. Son estas las únicas palabras testigo de mi alma en pena, que al fin alza el vuelo y expresa el terror que la mantiene presa.
Soy conciente de que ya no escribo para mis adentros que lo hago para mis afueras y mis concilios. Soy conciente de que me preguntarás el motivo por el que te dejé fuera de mi dolor y por primera vez negaré haberte dejado fuera pues como yo has sentido la ira que me carcomía los huesos, que me estrujaba el cerebro que me empujaba al vacío. Y sin con tus consuelos no conté fue porque aun me he negado a que me consuelen, aun persisto de dejarlo ir […]

[…] aquí he dejado una parte de él y una parte de mi y que el olvido no se encargue de engullir los recuerdos de nuestra historia.


*yo misma*
pd.: no puedo continuar escribiendo pues las lágrimas me enajenan el corazón, sólo me queda decir que ojala las pocas fuerzas con las que aun afronto la vida fueran tomadas por su cuerpo y despertara para ser el que siempre fue...

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