
Los años pasan casi sin darnos cuenta. Son fugaces momentos en nuestra memoria. Algunas veces son bueno y otros son borrables, pero de todos aprendemos algo en esta vida. Sin embargo, aunque algunas vidas sean más fáciles de vivir que otras siempre guardaremos en común esos días en los que año tras año todos nos paramos a pensar y recapitulamos.
Y en mi memoria dos años cuentan desde hoy, en mi memoria guardo muy a mi pesar cada instante de este día. A veces consigo olvidar y suelo creer que más que una vivencia es parte de una mala pesadilla. Pero pasó un año y casi no me atormentó, no más de lo justo, y pasó otro y estoy como en el comienzo. Es un laberinto emocional y otras veces algo real, pues mis sentidos consiguen engañarme mientras duermo, mientras como, mientras vivo.
Como se suele decir el tiempo todo lo cura y harán falta muchos años más en los que tendré que recordar esta fecha como un tachón en mi calendario como una nota gris y sin música acompañada únicamente por pasos fúnebres.
El sol volverá a salir mañana y sobre mi cuello la cruz colgaré pues sin él no consigo tener fuerza. La luz brillará en mis ojos y daré por finalizado este episodio que se presenta año tras año.
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