viernes, 25 de enero de 2008

Aquel día fue uno más en la vida


Aquel día fue uno más en la vida. Aquel día debía de ser uno más para mí, sin embargo, sería una embustera si afirmara no haber sentido odio, miedo, tristeza en una fracción de segundo. Una mezcla de emociones que luchaban por hacerse predominante y que por momentos se hacían distinguibles hasta que se volvían uno.


Aquel día en lugar de subir a su coche subí al mío. Aquel día en lugar de besarlo por última vez nos dimos la cara y cada uno siguió su camino. Y con cada paso el peso de mi pecho me rogaba que diera la vuelta y arreglara la situación. ¿Qué ganaba luchando por mi orgullo? ¿Qué ganaba rozando su fina piel por última vez?


Y como vida de burgués me trató con desprecio y sin compasión ignorando cada uno de mis intentos por volver a sus brazos. Una vez más cruzaba los dedos para que descolgara el teléfono y una vez más oí como los pedacitos de mi músculo motor caían al suelo de forma estrepitosa. No obstante, está vez fue distinta pues una voz me sorprendió, fue entonces cuando el engaño me ahogó. Cualquier cosa hubiera sido mejor que saber que ella ocupaba mi lugar, allí junto a él donde debiera estar yo.


No olvidaré como las manos me temblaron y el paseo arrítmico que llevaba por la habitación acabó con un torpe tropezón. Mi voz quebradiza lo despidió y mientras retiraba el teléfono de mi sonrisa angulosa comprendí que una etapa nueva daba comienzo en ese mismo instante. No hubo una respuesta a la llamada ni un intento de contacto tan sólo un vacío dentro de la caótica habitación.


Meses tuvieron que pasar hasta que mi alegría rozara el firmamento perdida en ningún sitio de América en compañía de la humanidad y la belleza de la infancia. Aquel día fue uno más en la vida. Aquel día debía ser uno más para mí, sin embargo, sería una embustera si afirmara no haber sentido desprecio, odio, repugnancia en una fracción de segundo. Una mezcla de emociones que surgieron al oír su trémula voz al otro lado del mundo.


Aquel día muchos dicen que debí darle una segunda oportunidad. Aquel día dicen otros que rogó por mi amor lo que no haría un mortal en la vida, arrodillando sus doradas rodillas acomodadas. Y por más que oía sus palabras no procesaba el motivo de su regreso. ¿Qué pasaría si cedía ante sus elogios y promesas? ¿Qué pasaría si deseara estar con él?


Parada entre las miradas de los curiosos que esperaban mi reacción, tomé la decisión más dura de mi vida, colgué sin decir si quiera adiós o que te valla bien o se acabó. Sólo cerré nuestra única conexión y tiré una vez más la posibilidad de regresar a esas cálidas tardes junto a sus abetos o esos eternos paseos por la playa tratando de evitar los juegos que se nos venían a la mente.
Decidida levanté la vista y traté de olvidar los muchos recuerdos que comenzaban a empapar mi mente. Saqué de mi mente poco a poco hasta el sonido de su voz y volví a mi solitaria vida concentrándome en mis planes de futuro. ¿Cuál sería mi siguiente objetivo? ¿Dónde acabaría o empezaría mi vida?


Nadie pudo entender lo que tras unos meses tuvo lugar. Las maletas en la puerta una vez más. El pasaporte disfrazado de mentiras y un pasaje para el mundo que me esperaba, que devoraría con sólo pisarlo. Llena de ilusión me disponía a sentir la emoción del nuevo mundo. Sola ante lo que viniera, sin poder contar con nadie sólo con mi propio por venir. Así fue como empezó la gran aventura de mi viaje por el mundo. Sin saber cómo desperté en una gran comarca, Mendoza, con sus vinos y montes, con sus gentes y calles, sus noches y días. Sin saber cómo me enamoré de sus paisajes y de las semanas que transcurrían en mi calendario.


Pero, aquel día fue uno más en la vida. Aquel día debía ser uno más para mí, sin embargo, sería una embustera si afirmara no haber sentido miedo, reprobación, histeria en una fracción de segundo. Una mezcla de emociones que estallaron en llanto al descubrir que su cuerpo me deseaba, al descubrir que me citaba al encuentro.


Aquel día la debilidad de mi mente me hizo ceder. Aquel día en lugar de huir de sus palabras caí enredada cual insecto en una tela de araña que se encuentra al asecho y no perdona a su víctima. Allí junto a la hermosa fuente, allí esperaba sentado. Parecía apacible como siempre, distraído con el ir y venir de la gente. Paso a paso me acerqué con miedo.
[…]



pd: es el principio de mi redacción para el concurso...no la voy a poner toda pero esta parte me encanta...disfruten q yo lo hago cada vez q lo leo



*yo misma*

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