jueves, 28 de febrero de 2008

Sueño eterno


Tan solo un instante me hizo falta. Pocos dirían que enamoradiza de corazón me entrego al primer postor. Es más, de complicada que soy cada relación hizo un mundo de mi breve actuación. ¿Acaso tropezaron todos con mi obstinación? Ya lo he dicho, breve muy breve duró el embrujo de mis ojos y una vez roto ¿quién cura los engaños mal jurados?

Caminares sin tiempo alguno, así pasé gran parte de los embudos entrañables y con las manos en mis puños apretaba con fuerza los segundos en los que el corazón palpitaba blasfemo. Ni caricias, ni besos… ni palabras bonitas. Tan solo el silencio que me arropaba al caer el día. Bien aventurados aquellos que tocaron en mi puerta, ni uno cruzó el umbral y con ellos días oscuros envolvieron el eterno paraíso.
¿Cómo explicar una emoción que ni siquiera se da a entender? Así lloraba en mi interior pues la confusión rompía mis entrañas. Día y noche, meses enteros bajos la luz de la perpetua pregunta ¿cuándo acabaría el dolor visceral? Cansada, dolida y sin estabilidad sabía lo que quería, al menos eso creía. Allí, junto a la ventana cientos de noches me pregunté ¿dónde estaría?, ¿qué haría?, ¿se acordaría de mí? Vislumbraba aquellos pequeños instantes en los que de niños y no siéndolo tanto bromeamos incansables.
Que amarga la soledad, que amarga cuando amas de verdad. Con mi corazón entregado aunque en secreto aguardaba el momento en que la voluntad, el valor e incluso el tiempo me permitieran mirarle a los ojos y descubrirme ante él. Mis manos añoraban un sueño nunca vivido y hasta mis besos estaban siendo robados pues ni uno llegaba al destino añorado. Largos, eternos pasaron los años y aun en secreto lo seguía amando.
Tan sólo un instante me hizo falta. Tan sólo uno para recobrar voluntad, valor y aprovechar el tiempo que me habían otorgado y así por fin mirarle a los ojos perdiéndome en sus cálidos besos. Añoranza en mi corazón y llenas de júbilos unas tímidas lágrimas corrieron desesperadas por mi rostro escondido bajo la oscuridad que protegía mis más profundas emociones. Cerrando los ojos acariciaba el sueño que tantas veces había deseado. Un sueño tan hermoso que no existe tiempo, ni lugar para desplegarlo y con ello mi corazón aun late fervientemente, enamorado y embrujado desde aquel día.









*Yo misma*









pd.: jaja ya se lo q piensas Ela, nunca escribo con toque romático pero que le voy a hacer si estoy enamorada hasta la médula (dándole un toque médico :P) Lo cierto es que disfruto escribiendo la felicidad que me produce estar con alguien tan maravilloso y al que quiero con todas mis fuerzas... y no, no es cursi que ya te estoy viendo removerte en tu silla jajajaja... debería publicarlo mañana que se cumplen tres meses pero es ahora el momento en el que me nació decir lo que siento así q... espero q lo disfrutaran como yo.... Elita wapa el proximo pa ti!!! XD

Violencia


Injusticia… día de luto para la mujer. Llevamos la carga en nuestros corazones, la sentimos como si fuera nuestra propia, como si estallara en nuestro interior una ira incontrolable que carcome nuestras entrañas. Todos y cada uno de nosotros deberíamos darnos cuenta de lo que está pasando a nuestro alrededor. Cómo es posible que cientos de mujeres sean víctimas de la violencia de género. Ayer, 27 de Febrero, cuatro, repito CUATRO mujeres fueron asesinados a manos de sus parejas sentimentales. Estamos tan acostumbrados a oír noticias de este tipo de manera aislada que poca mella nos hace en nuestra conciencia. Y de esta forma permanecemos sumisos ante la indeferencia de la sociedad.
Qué se puede hacer cuando en nuestro entorno se comenta pero no se actúa. Qué se puede hacer cuando las voces de miles de mujeres son acalladas día tras día por los golpes de la vida. Muchos de nosotros, sentados en nuestros cómodos hogares, cambiaremos el canal cada vez que se repita la misma imagen, mientras los vecinos comentan lo maravilloso que era él con todo el mundo. Seguiremos alimentando el desden de esos inmundos despiadados que con sus manos ostentan un poder omnipotente.
Siento lástima por el miedo que provoca la indiferencia, por sentirme con las manos atadas a la espalda pues en mi intento de proteger o de ayudar no consigo más que un arma en la puerta de mi casa. El mundo que creado para el disfrute de las personas se convierte en un minado campo de concentración y ni el ágil ni el rápido es el mejor…



*Yo misma*

martes, 26 de febrero de 2008

Trayecto efímero


Sentada, aun miro por la ventana del transporte público mientras casa tras casa se pierde en el recuerdo. Mil veces transité esta ruta y cada uno de sus cruces cobra vida en mi mente si yo quisiera recorrerlos a hurtadillas desde mi oscura habitación. Con las primeras gotas del amargo porvenir dificulta la visión desde mi hundido asiento y a lo lejos, unas risas, unas cálidas risas de niños invaden el oscuro transporte lleno de desdichados y viejos luchadores de las guerras. Al sentir la vitalidad de sus cuerpecillos mi corazón se encoge repentinamente. ¡Qué atroz destino vivir encarcelada en cuerpo de joven con mente cancina!, tal que permite tu eterna juventud ante un espejo revelador de tu silueta y sin embargo, no corre más que arena por tus venas. Cansadas están las manos que han palpado tantas mentiras y verdades que arrugadas por la experiencia prefieren descansar en el regazo a salvo de los juegos y vicios de la vida cotidiana.
Una parada más, una más, otra y sin detenernos en la estación continúa el viaje. Con curvas, con rectas, subidas y bajadas, lágrimas en los asientos traseros, disputas entre enamorados, risas sin sentido y otras con respeto, amargas despedidas, besos perdido y otros encontrados… y podría seguir viajando en su interior, viviendo sus emociones. Por sus almas corre el último aliento como por la mía y en el viaje descubriremos los mejores y los peores momentos escudriñados de nuestros sensibles ojos.
En fin, suspiro una vez más al llegar al viejo caserío. Allí, un día prometí construir mi hogar. Al mirarlo una vez más, las paredes antes hermosas, apenas lucían entre los arbustos silvestres, y las ventanas por donde se colaba la luz del nuevo día mañana tras mañana permanecían fantasmales y rotas por los criminales desalmados. Una parada más y entonces alcanzaré la cima. En mi interior busco reunir el valor suficiente para alzar la vista fuera y vislumbrar lo que un día fue mi núcleo familiar. Desolada, transgredida he llegado al mayor recuerdo terrenal. Mientras las primeras lágrimas corrompen mi inmaculado ser el silencio se acentúa a mí alrededor y al desviar la mirada del stop más doloroso de mi tortuoso camino, allí está de pie en el pasillo, la personificación de mi propio miedo y desolación. ¡Piedad! Las manos rejuvenecen y cobran vida para protegerse. El cuerpo abandona su serenidad post muerte y se incorpora para golpear con fuerza los cristales por donde como una simple espectadora había ido cruzando la línea entre la vida y la muerte. Apenas sin aire en los pulmones, con la respiración entre cortada y con horror pude comprobar como la sangre emanaba de mis muñecas.
En vano gritaba, pues nadie acudiría a ayudarla. Y mientras más se acercaba la muerte más lo hacían sus mejores momentos, sus recuerdos más intensos. Tal vez debiera decir que fue esa su última parada, en ese oscuro lugar donde se quito la vida. Sin embargo el motor cobró vida una vez más y la luz entró en el vehículo dando cabida a los sonidos, aromas y demás pasiones que rodean la vida de las personas. Aun goteando se incorporó y con la frialdad de sus propias lágrimas logró cerrar las heridas que tardan aun en sanar […]
Y joven y adulta, niña pero anciana. Así volvió la mujer de mi historia a su realidad. Sanada pero envenenada de mente. Algunos la miran con vehemencia y otros sin más no saben de su oscuro pasado. Lástima que está patente, lástima que no se puede borrar, lástima que esa chica aun pregunta la parada para bajarse en la estación.



*yo misma*


pd.: fragmento de las vidas, fragmento robado de la memoria...

Amor de verano II


[...]

En medio de su disperso caminar, una voz proveniente de la cocina la hizo volver a la mansión. El corazón comenzó a latir con fuerza y la emoción consiguió que sus rodillas temblaran incontrolablemente. Allí estaba de pie una vez más junto a su familia esperando a los invitados para recibirlos de forma cordial a su suntuoso hogar.
Ambos, párroco y sobrino, entraron a la vez por el gran portón de mármol y con armonía se dirigieron al encuentro de sus anfitriones. El eclesiástico, por su parte parecía más que acostumbrado al nivel económico de la familia, sin embargo, el joven Bastian Brisson observaba con determinación cada rincón del recibidor. En su rostro no había rastro de asombro, o al menos no le pareció a Joséphine quien hizo una larga reverencia evitando cruzar su mirada con la de Bastian. Después de un intercambio de palabras entre los adultos, Claire invitó a que le siguieran al comedor donde una alargada mesa maciza ocupaba el centro de la instancia. Todo había sido decorado para la ocasión.
Joséphine recordó la última vez que había cenado en ese gran comedor. Ocurrió meses atrás, cuando los aires revolucionarios empezaban a llegar a Paris. No logró comprender ni una sola palabra de las que se pronunciaron esa noche y aunque lo hubiera hecho su padre le tenía terminantemente prohibido interrumpir las conversaciones varoniles. En aquella ocasión todo parecía mucho más detallado y minucioso. Incluso los señores Dumont de Sainte Croix vestían unos atuendos mucho más lujosos.
A lo largo de la cena todo se desarrolló con calma y sin ningún percance. La joven se supo comportar y al mismo tiempo miraba de reojo a ese muchacho que para ella era un misterio increíble con sus aires parisinos. Las risas inundaron la mansión tras las copas de una fuerte bebida alcohólica producto de la casa que el señor Dumont de Sainte Croix sirvió al párroco Timothée. Poco a poco fueron pasando las horas y sin darse cuenta la media noche les asustó al dar las doce el reloj de cuerda del colonial salón donde ahora hablaban placidamente.
Timothée, sonrojado, se levantó de su asiento y se disculpó con el alcalde. A continuación se despidió de las dos mujeres de la casa y seguido muy de cerca por su sobrino abandonaron la estancia para dirigirse de vuelta a la iglesia. La noche había pasado muy deprisa y los temas de conversación aunque insensibles totalmente para Joséphine no le habían hecho dormitar como en otras veladas. Con la emoción aun en el pecho y rezando haber causado buena impresión la pequeña se fue a dormir imaginando como sería besar a un chico más mayor que ella.
Algunas semanas pasaron después de aquella entretenida velada hasta que por fin estuvo a solas con Bastian Brisson, el joven más codiciado por las solteras del pueblo. No había chica que no suspirara por él. Se había convertido en una epidemia y todas se encargaban de ocuparlo día y noche para que pasara una estancia agradable. Con este revuelo entre las mujeres, los hombre de lugar no paraban de mirarlo con desprecio y desgana e incluso hubo alguno que le pidió al pobre párroco que encerrara a su sobrino o que lo mandara de regreso a Paris. A lo que por supuesto, don Timothée había respondido que sólo pasaría unos meses y no era más que un joven enamorado del arte.
Joséphine, quien había desistido completamente de él, nadaba tranquilamente en el lago cerca de su hacienda, despreocupada del mundo en el que vivía. Nunca se imaginó que al tumbarse en la tierra él saldría a su encuentro para hablar con ella.
- ¿De dónde has salido? – preguntó asustada la joven incorporándose y buscando a tientas su ropa para cubrirse
- Paseaba por la zona y te he visto – respondió Bastian acercándole la ropa
- ¿No estas un poco lejos del pueblo? – preguntó rápidamente Joséphine para evitar el silencio entre los dos, sin embargo al momento se le ocurrió otra pregunta más acusadora - ¿Hoy no tienes planes con alguna de las muchachas del pueblo? – se apresuró a preguntar antes de que respondiera
- Pues la verdad no. Hoy decidí que el día debía ser para algo productivo. Algo pasional. Verás, no tengo interés en cortejar a ninguna de todas esas jóvenes. La vida no se fundamenta en el amor carnal es algo más que eso – Bastian hablaba con armonía y al darse cuenta de que Joséphine le escuchaba atentamente y como una niña con juguete nuevo él continuo hablando sin parar durante horas.
La tarde pasó rápidamente y pronto el sol dejó de cubrir aquellos bastos terrenos. Cuando el joven Brisson dejó a Joséphine en casa esta corrió a su cuarto saltando y dando vueltas sin parar. Había sido la mejor tarde de su vida. Cada una de las palabras que salían de su maravillosa boca parecían pétalos que rozaban su fina piel. El sonido de su voz mezclado con el de la suave brisa e incluso el armonioso movimiento de sus manos al tratar de mostrarle la visión del mundo moderno. Cuantas ideas emanaban de su corpulento cuerpo. ¿Era posible que hubiera un mundo mejor fuera de ese pueblo? Las preguntas danzaban en su cabeza de forma desordenada. [...]


*yo misma*



pd.: no he escrito gran cosa...pero es mejor que nada... hay que retocarlo aun!! Besos

jueves, 14 de febrero de 2008

Amor de verano



Aquella fue la última vez que la joven lo volvió a ver. Mientras él se despedía eufóricamente desde el carruaje ella disimulaba las amargas lágrimas que corrían desbocadas por su rostro. Amor, amor era la palabra que describía lo que ellos habían construido y sabían que era posible que nunca más sus ojos se volvieran a cruzar como aquella tarde en la iglesia.
Un domingo como otro cualquiera la nación entera asistía a misa. Era de esperar que todas las familias de alto nivel no faltaran pues no estaba bien visto el desinterés religioso. Todos sabían que además, se trataba del mejor momento para cerrar tratos que no habían sido concluidos o incluso para cotillear los nuevos sucesos de la semana. Por cualquiera que fuera el motivo, todos acudían a misa sin posibilidad de oposición.
El día no distaba de cualquier otro. La emoción, el sonido, los olores todo era igual, nadie podía imaginar que aquel mismo día cambiaría la trayectoria de una pequeña ciudad olvidada de la mano del mundo. Los niños corrían despreocupados y los adultos apuraban los últimos minutos antes de entrar en la pequeña y oscura iglesia.
La familia Dumont de Sainte Croix permanecía cerca de la entrada saludando a todos los feligreses junto al cura. Era costumbre de la pequeña ciudad que el alcalde los saludara al entrar en la iglesia junto con su familia, de esa forma el contacto con sus ciudadanos se hacia patente. Su mujer era una dama de alta clase con pelo oscuro a pesar de ser de linaje francés puro. Las malas lenguas decían por ahí que su delgadez era fruto de la infelicidad que sufría en su gran mansión. Su hija, por el contrario era la viva imagen de su padre. Tenía unos ojos verdes y el cabello claro como los reflejos de la luna. Al igual que su madre parecía desgraciada pero se esmeraba en sonreír pacientemente a cada uno de los asistentes. El alcalde por su parte, era un hombre poco común con rasgos muy pintorescos, nariz fina pero grande, ojos saltones y labios finos. Sus cabellos parecían petrificados pues no se despeinaban ni con el viento más huracanado. Además, tenía una presencia peculiar que la gente adjudicaba a las enseñanzas de su difunto padre militar.
Cuando todo el mundo hubo entrado y ocupado sus asientos las puertas de la iglesia fueran cerradas por unos mozos y la misa dio comienzo. El sermón fue intenso a pesar de que muy pocos de los asistentes prestaban la atención que merecía. Los jóvenes no paraban de analizar a las muchachas que habían dado un gran cambio de un año para otro y susurran planes para atraerlas. Los ancianos que habían perdido parte de la audición cabeceaban de aburrimiento. Las mujeres de baja casta social acurrucaban a sus hijos mientras evitaban que el resto de su regimiento alborotara y los hombres miraban al suelo concentrados en sus roídos zapatos. Apenas unas cinco familias guardaban la compostura pues habían sido bien instruidos en modales sociales. Con la última palabra del párroco el silencio sepulcral que había en la bóveda desapareció y todos se pusieron en pie y comenzaron a hablar.
Charles Dumont, alcalde de la ciudad, se acercó al párroco y dedico unos cuantos elogios a su extraordinario sermón. Luego, tomó a su mujer del brazo y seguidos por su hija salieron por la puerta principal de la iglesia. Ese gran día soleado de verano se había vuelto gris y las primeras gotas de lluvia se precipitaron al suelo. La familia esperó resguardada hasta que el coche llegó a recogerlos. Sólo seis familias disponían de automóvil en la ciudad y el alcalde era una de esas personas afortunadas. La pareja no lo dudó y se dirigió al vehículo para evitar mojarse, sin embargo, su hija, Joséphine, se lo pensó dos veces. Las tímidas gotas que habían caído inauguraron la gran tormenta que se desató en el acto.
Claire, la esposa del alcalde, sacó la mano fuera del vehículo e hizo señas para que la joven se apurara y corriera por la plaza antes de que la tormenta se tornara a peor. Joséphine miró a su alrededor y comprobó como todo el mundo corría en todas direcciones y se lanzó a la muchedumbre recogiendo las enaguas de su vestido para mancharlas lo menos posible. Se hacía imposible llegar con facilidad a su destino. Nadie le permitía paso y se chocaba constantemente con alguna madre desesperada que cargaba a sus hijos o buscaba a alguno perdido. Un niño salió corriendo descontrolado y se cruzó en su camino, al intentar esquivarlo tropezó con un charco de barro y calló torpemente al suelo. Su hermoso vestido se ensució toscamente y sus manos se limaron con la superficie pedregosa de la plaza. Alrededor la gente parecía no haberse percatado de que ahí estaba, tirada en el suelo y dolorida.
-¿Está usted bien? – preguntó un joven ayudándola con delicadeza. Tenía unas manos grandes y suaves. Cuando lo miró a los ojos se perdió en ellos y se ruborizó al percatarse de su torpeza.
-Si gracias, es muy amable. Mi padre me espera – le dio las gracias y llegó hasta el coche donde sus padres la esperaban impacientemente. Luego miró tímidamente por encima de su hombro y pudo ver a ese apuesto muchacho parado en medio del gentío mirándola. Nunca antes lo había visto y tampoco sabía de ninguna familia que tuviera huéspedes en estos días. La ciudad era muy pequeña y nadie pasaba desapercibido en ella.
Durante la siguiente semana pasó mucho tiempo pensando en ese encuentro, en esas suaves manos. Más de una vez la señora Viviane Coiter, su institutriz, perdía la paciencia con ella pues no conseguía que permaneciera concentradas más de media hora. Su mente seguía mirando fijamente esos marrones ojos. Su corazón no podía evitar vibrar de emoción al darse cuenta de que los días pasaban y tal vez lo volvería a ver en la misa.
Un Domingo más llegó, para todos no dejaba de ser un día normal, pero para la pequeña Joséphine era un sueño. Sus atuendos fueron mucho más ostentosos de lo normal y al salir del automóvil pellizcó insistentemente sus mejillas a razón de sonrojarlas lo más posible. Se veía radiante y llena de vitalidad.
Uno a uno fue dando la bienvenida a todos los asistentes como era común, pero para su sorpresa el último de los hombres entró y el misterioso muchacho no llegó. La familia Dumont ocupó sus respectivos asientos y la misa comenzó. Timothée, el párroco, los bendijo a todos y antes de dar comienzo a la ceremonia hizo un inciso e hizo llamar a alguien que permanecía sentado en las sombras. Cuando la luz se reflejó en su rostro el corazón de Joséphine se desbocó. Junto al párroco estaba el misterioso muchacho que Timothée presentó como su sobrino. Pasaría todo el verano en la ciudad antes de regresar a Paris donde continuaría su educación. Tras esta aclaración el joven, Bastian Brisson, volvió a su lugar y la misa prosiguió. Al terminar como de costumbre Charles Dumont se acercó al párroco y cruzó unas palabras con él, luego todos volvieron a su vehículo incluida Joséphine que miraba tímidamente por la ventana.
-Esta noche vendrá a cenar el párroco y su sobrino – anunció Charles cuando el vehículo se había puesto en marcha
-Si cariño – acentió Claire sin nada que añadir
Su corazón dio un vuelco. Para Joséphine eran demasiadas emociones fuertes en un mismo día. Iba a compartir mesa con Bastian y no sabía si quiera como entablar una conversación madura con él. El camino hasta la casa se hizo eterno y los kilómetros que separaban la iglesia de la mansión Dumont parecían no terminar. Cuando al fin entraron en los jardines y el vehículo paró Joséphine salió corriendo y entró en la mansión. Necesitaba gritar de excitación pero una dama jamás revelaría sus sentimientos y mucho menos alzaría la voz. Se sentó en una butaca en el salón y observó como las manecillas del reloj pasaban y pasaban.
Todos los criados se movían con velocidad y agilidad de un lado para otro dejando cada detalle por mínimo que fuera perfecto. Apenas faltaba una hora para que los invitados llegaran y Joséphine estaba impecable pero sus nervios amancillaban su nobleza. El ajetreado ir y venir de los criados le ponía aun más nerviosa, sólo con el dulce pasear por el jardín encontró al fin paz y tranquilidad. Los largos días de verano permitían que aun siendo la hora que era pudiera disfrutar de la claridad de un apacible paseo. El tiempo parecía detenerse entre paso y paso y la suave brisa proveniente del norte era un regalo para el cuerpo. Siempre que la muchacha se sentía defrauda por la vida, engañada por la sociedad y acallada por los hombres paseaba largas horas evadiéndose de la realidad cultural. Era su salida, su escape espiritual y no conocía mejor forma que la de caminar hipnotizada por los aromas y sonidos de la naturaleza [...]




*Yo misma*

miércoles, 13 de febrero de 2008

martes, 12 de febrero de 2008

Siempre te amo

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¿Amor?



No todas las cosas han de pasar como uno las planea. Desde luego la vida es una estrecha carretera con millones de curvas que tenemos que superar. El amor por desgracia no forma parte del plan de nadie solo sucede y es la cosa más hermosa que posee una persona pero también es la debilidad del ser humano. Es la magia que transforma el día a día. Toca en tu puerta y aunque te aferres a ella con todos las cerraduras que tu alma soporte termina por ceder y penetrar al templo de la conciencia donde viven nuestro amor. Presumimos de fortaleza y sin embargo una vez en el templo somos tan impredecibles como la propia locura, pues, ¿no es el amor una forma de locura?


Mientras el sol cabalga por los océanos tranquilos en calma donde reina la ley animal, todo goza de armonía y serenidad. Sin embargo al llegar a tierra donde habitan los hombres la visión cambia. Somos capaces de amar sin motivo, sin recompensa, pero también somos capaces de odiar y matar, hacer daño a quien más quiere nuestro palpitante corazón. Entonces, ¿por qué dejamos que nos amen y nos maten de amor después? Incógnita al aire, pregunta sin respuesta y quién sabe, será mejor no saber el motivo y seguir amando y dejarnos amar. Vivir cada segundo con el corazón en pecho y no en el puño. Rogar porque todo cuanto hacemos de el fruto que queremos y al recoger la siembra descubrir lo hermoso que es amar y ser correspondido.

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pd.: tan sólo decir que te quiero con locura. Es posible que esté algo loca...¿quién lo duda? y que a veces meta la pata hasta el fondo. No pretendo hacerte daño nunca pero como se dice en el amor y la guerra... no recuerdo como sigue jaja... va al grano... que te amo con locura y no pretendo hacerte daño nunca porque eres lo más importante para mi ahora y siempre. (ains) :P jeje



*Yo misma*

lunes, 11 de febrero de 2008

Relax


Llevo días sin saber por qué el sol sale en el horizonte o la luna nos acuesta cada noche. No logro comprender como las cosas más pequeñas tienen sentido en el universo y las mayores dejan de tenerlo al ser fruto de los hombres. Daría una vida por descubrir lo escondido y darme la satisfacción de comprender por un instante la magia del mundo en el que vivimos. La brisa en mi rostro al asomarme al vacío, los eternos amaneceres y sus muertes, el movimiento del mar entre mis dedos... Tantas cosas escondidas para nuestras mentes y puestas para el disfrute de los sentidos. Tal vez la respuesta no está más lejos. Tal vez no hay verdad en ellas sino puro placer de lo vivido y de lo que nos queda por vivir.

Si pudiera por un instante parar el tiempo lo haría sin duda. Respiraría tranquilamente y dejaría que cada uno de mis sentidos naciera de verdad dejando que olvidaran el agobiante trajineo de la vida que nos ha tocado vivir, del mundo en el que inmersos cada día dejamos de ser quienes debiéramos ser. ¿Trágico? ¡No! Un segundo, sólo uno, bastaría para demostrar como nuestro cuerpo, templo de la vida, sufre y grita desesperadamente mientras nosotros hacemos oídos sordos de sus quejidos y protestas. No somos capaces de prestar atención a cada uno de sus bellos movimientos, de sus expresiones... Perfecto, simplemente perfecto.
*Yo misma*

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