martes, 26 de febrero de 2008

Trayecto efímero


Sentada, aun miro por la ventana del transporte público mientras casa tras casa se pierde en el recuerdo. Mil veces transité esta ruta y cada uno de sus cruces cobra vida en mi mente si yo quisiera recorrerlos a hurtadillas desde mi oscura habitación. Con las primeras gotas del amargo porvenir dificulta la visión desde mi hundido asiento y a lo lejos, unas risas, unas cálidas risas de niños invaden el oscuro transporte lleno de desdichados y viejos luchadores de las guerras. Al sentir la vitalidad de sus cuerpecillos mi corazón se encoge repentinamente. ¡Qué atroz destino vivir encarcelada en cuerpo de joven con mente cancina!, tal que permite tu eterna juventud ante un espejo revelador de tu silueta y sin embargo, no corre más que arena por tus venas. Cansadas están las manos que han palpado tantas mentiras y verdades que arrugadas por la experiencia prefieren descansar en el regazo a salvo de los juegos y vicios de la vida cotidiana.
Una parada más, una más, otra y sin detenernos en la estación continúa el viaje. Con curvas, con rectas, subidas y bajadas, lágrimas en los asientos traseros, disputas entre enamorados, risas sin sentido y otras con respeto, amargas despedidas, besos perdido y otros encontrados… y podría seguir viajando en su interior, viviendo sus emociones. Por sus almas corre el último aliento como por la mía y en el viaje descubriremos los mejores y los peores momentos escudriñados de nuestros sensibles ojos.
En fin, suspiro una vez más al llegar al viejo caserío. Allí, un día prometí construir mi hogar. Al mirarlo una vez más, las paredes antes hermosas, apenas lucían entre los arbustos silvestres, y las ventanas por donde se colaba la luz del nuevo día mañana tras mañana permanecían fantasmales y rotas por los criminales desalmados. Una parada más y entonces alcanzaré la cima. En mi interior busco reunir el valor suficiente para alzar la vista fuera y vislumbrar lo que un día fue mi núcleo familiar. Desolada, transgredida he llegado al mayor recuerdo terrenal. Mientras las primeras lágrimas corrompen mi inmaculado ser el silencio se acentúa a mí alrededor y al desviar la mirada del stop más doloroso de mi tortuoso camino, allí está de pie en el pasillo, la personificación de mi propio miedo y desolación. ¡Piedad! Las manos rejuvenecen y cobran vida para protegerse. El cuerpo abandona su serenidad post muerte y se incorpora para golpear con fuerza los cristales por donde como una simple espectadora había ido cruzando la línea entre la vida y la muerte. Apenas sin aire en los pulmones, con la respiración entre cortada y con horror pude comprobar como la sangre emanaba de mis muñecas.
En vano gritaba, pues nadie acudiría a ayudarla. Y mientras más se acercaba la muerte más lo hacían sus mejores momentos, sus recuerdos más intensos. Tal vez debiera decir que fue esa su última parada, en ese oscuro lugar donde se quito la vida. Sin embargo el motor cobró vida una vez más y la luz entró en el vehículo dando cabida a los sonidos, aromas y demás pasiones que rodean la vida de las personas. Aun goteando se incorporó y con la frialdad de sus propias lágrimas logró cerrar las heridas que tardan aun en sanar […]
Y joven y adulta, niña pero anciana. Así volvió la mujer de mi historia a su realidad. Sanada pero envenenada de mente. Algunos la miran con vehemencia y otros sin más no saben de su oscuro pasado. Lástima que está patente, lástima que no se puede borrar, lástima que esa chica aun pregunta la parada para bajarse en la estación.



*yo misma*


pd.: fragmento de las vidas, fragmento robado de la memoria...

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